Hace ya
casi una década que la Argentina resolvió sumergirse en una ebriedad de índole
ideológica. Fue cuando en 2004 el matrimonio Kirchner descubrió los derechos
humanos, una temática para ellos inexistente durante los primeros veinte años
de democracia. A partir de aquel “perdón” pedido por Néstor Kirchner en la ESMA
por el supuesto “silencio” de la democracia, la deriva se hizo incesante y
careció de límites. Los desaparecidos dejaron de ser el sujeto de la preocupación.
Se pasó así a la reivindicación pura y dura de los “combatientes” que entre el
25 de mayo de 1973 y el 24 de marzo de 1976 atacaron comisarías y unidades
militares, y secuestraron y asesinaron a decenas de oficiales de las Fuerzas
Armadas y varios empresarios.
Concebido para evocar a los millares de víctimas de
la represión ilegal durante los gobiernos de facto, el Parque de la Memoria en
la porteña Costanera Norte hizo lugar a esos mismos guerrilleros que atacaron a
un gobierno peronista elegido por el pueblo y de legitimidad constitucional.
La retórica sofocante de la reivindicación del
terror guerrillero desbordó sus propios límites. Ya no sólo dejaron de ser
importantes millares de víctimas secuestradas, torturadas y finalmente
ejecutadas impiadosamente, al margen de toda norma legal, sino que se vació de
sentido, hasta el hueso, la propia demencia terrorista de los “combatientes” de
1973-1976. Gente jugada a matar o morir con un fusil en la mano, aun cuando le
hacían la guerra “popular” a un gobierno elegido por el pueblo, la extraña
combinación de viudas simbólicas de Montoneros y el ERP avala obscenamente que
esos pistoleros fueran presentados como “víctimas” del terror de Estado. Hasta
les quitaron el orgullo de haber sido, aunque obcecada y patológicamente,
guerreros que no daban ni pedían cuartel.
Esencia del “buenismo”
progresista, oficiales y reclutas del Ejército Revolucionario del Pueblo y del
Ejército Montonero devinieron en pobres almas inexplicablemente caídas en
combate, cuyas familias ameritarían cobrar pensiones vitalicias.
Esto se hizo desde un gobierno peronista. Se sacralizó al fusil y se indultó a quienes, más que infantilismo ultraizquierdista, habían demostrado infinita soberbia ideológica e igualmente inagotable desprecio por la democracia, el estado de derecho y la voluntad popular. Al igual que el MTP de Gorriarán Merlo en 1989, Montoneros y ERP de la era 1973-1976 sabían que el pueblo no estaba con ellos, pero –vanguardia esclarecida– barruntaban que más temprano que tarde la chispa del foco encendería la pradera, una disparatada ensalada con ingredientes de maoísmo y castrismo.
Esto se hizo desde un gobierno peronista. Se sacralizó al fusil y se indultó a quienes, más que infantilismo ultraizquierdista, habían demostrado infinita soberbia ideológica e igualmente inagotable desprecio por la democracia, el estado de derecho y la voluntad popular. Al igual que el MTP de Gorriarán Merlo en 1989, Montoneros y ERP de la era 1973-1976 sabían que el pueblo no estaba con ellos, pero –vanguardia esclarecida– barruntaban que más temprano que tarde la chispa del foco encendería la pradera, una disparatada ensalada con ingredientes de maoísmo y castrismo.
En su ataque del 5 de octubre de 1975 al Regimiento
de Infantería de Monte Nº 29 de Formosa, magistralmente relatado por Ceferino
Reato en su indispensable libro Operación Primicia, el Ejército Montonero
perdió a 12 de sus hombres en la acción, pero no sin antes asesinar a 16
personas: 11 humildes conscriptos, un subteniente, un sargento, dos policías
provinciales y un civil. Las familias de los 12 montoneros caídos en combate
fueron galardonadas con pensiones graciables del Estado por considerárselos
“víctimas” de la represión. Pero, 28 años después, las sencillas familias
provincianas de las que provenían los conscriptos acribillados nunca lograron nada.
La semana pasada, el Congreso adjudicó una nueva y
generosa jubilación vitalicia a unos diez mil ex presos considerados
“políticos”. Esa pensión estatal duplica largamente la jubilación mínima que
cobra la abrumadora mayoría de los retirados de este país. Esta nueva fiesta
tuvo el proverbial ingrediente de alevosía oficial e insondable ¿ingenuidad?
opositora: salió la pensión para los “presos políticos”, pero no la
gratificación para las familias de los soldados asesinados. Diecisiete
diputados de la UCR votaron con el Gobierno y 17 se ausentaron. En PRO, diez
diputados estuvieron ausentes y uno se abstuvo. Sólo dos de los 257 diputados
votaron en contra, los bonaerenses Alberto Asseff y Carlos Brown.
De los oficiales y suboficiales de las FF.AA.
asesinados durante el gobierno constitucional peronista, nada: ni
reconocimientos ni pensiones. Para Reato, esta nueva ley implicará un
desembolso, a valores de hoy, de $ 720 millones por año. Kirchneristas que
provienen del montonerismo explícito han prometido compensar este disparate con
una ley para las familias formoseñas. El ex “oficial” montonero Carlos Kunkel,
detenido en 1975 por el gobierno peronista antes del ataque a Formosa, le ha
reconocido a uno de los diputados radicales que estuvieron ausentes en el voto,
el formoseño Ricardo Buryaile, que ese ataque fue una “macana”. Esa “macana”
produjo 28 muertes.
Los efectivos militares y
policiales muertos en acciones del ERP y Montoneros en esa etapa oscilan entre
492 y 547 personas, pero para el periodista e historiador Hugo Gambini, además
de 547 integrantes de las Fuerzas Armadas y personal de Policía, Gendarmería y
Prefectura muertos, hay que incluir a 230 políticos, empresarios,
sindicalistas, funcionarios, diplomáticos, jueces, niños y desertores de la guerrilla
eliminados por esas organizaciones. ¿Dónde figuran esos casi 800 seres humanos?
Pero no es seguro que la (bienvenida) promesa del diputado Kunkel se haga realidad: gran parte de los diputados leales a Cristina Kirchner piensa que reconocer los asesinatos de los Montoneros sería admitir la teoría de los dos demonios. Un país así es imposible.
http://www.perfil.com/contenidos/2013/11/30/noticia_0082.html
Pero no es seguro que la (bienvenida) promesa del diputado Kunkel se haga realidad: gran parte de los diputados leales a Cristina Kirchner piensa que reconocer los asesinatos de los Montoneros sería admitir la teoría de los dos demonios. Un país así es imposible.
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