- Integrantes del Proyecto de Investigación:
“Los padecimientos actuales en las infancia/s y
adolescencia/s.
El lugar de los abordajes institucionales: el trabajo comunitario
ante lo que resiste”, dirigido por la Dra. Weigandt, P. y Co- dirigido por la
Lic. y Prof. La Vecchia, M. UNCO-CURZA.
- Integrantes del Proyecto de Extensión: El sujeto
institucional y comunitario en los abordajes actuales. Aprendiendo el Trabajo
de hormiga(s). CURZA-UNCO.
Directora: Dra. Patricia Weigandt, Co directora: Lic. Mabel
Luna. Inicio 2013.
- Integrantes de Espacio interinstitucional de formación e
intercambio sobre prácticas institucionales con infancias y adolescencias “El
Hormiguero”.
Adhieren a este documento:
Cátedra Residencia. Licenciatura en Psicopedagogía.
Universidad Nacional del Comahue. CURZA.
Cátedra de Psicoanálisis. Licenciatura en Psicopedagogía.
Universidad Nacional del Comahue. CURZA.
Cátedra Psicopatología. Licenciatura en Psicopedagogía.
Universidad Nacional del Comahue. CURZA.
“...Antoine de Saint Exupéry, en el Principito, dice que
¡todos somos responsables de nuestra
rosa!
Yo quiero saber de quién es esta rosa incendiada.
Yo quiero saber quién
le dijo a esta rosa; que no era necesaria el agua; ni los sueños; ni la
vida.
Yo quiero saber quién le quito a esta rosa el sol.
Yo quiero saber quién abandonó a esta rosa.
Yo quiero saber quién va a decirle a esta rosa que alguien
lo ama.
Yo quiero saber quién le va a decir a esta rosa que es una
flor.
Yo quiero saber si alguien va a sostener la rosa con
espinas; pincharse; sangrar; pero aun así;
sostenerla para que no se marchite; descubrir en este pibe;
los pétalos; el rojo y el verde; el
aroma;
¡sin sólo juzgar sus espinas!”
(Laura Calfin, 2012) (1)
La muerte irrumpe atravesando ya varias generaciones. No
hablamos de la muerte natural. Generaciones ¿sostenidas? por políticas
asistencialistas, desamparo y abandono institucional, familias que no logran
constituirse tales…
Dejemos que ellos hablen. Intentemos escucharlos:
Cuenta la historia viva que uno de nuestros niños nació en
un hogar muy precario, económica y simbólicamente atravesado por cuestiones
ligadas a lo delictivo, al consumo de drogas y uso de armas. Sus padres habían
estado presos en reiteradas oportunidades y también su abuela. Él transita el
jardín y la escuela primaria quedando en oportunidades tomado por
identificaciones a
sus referentes, que son aquellos de quienes puede agarrarse.
En nuestras instituciones es mirado como diferente, es desplazado, comienza o
sigue su marginación, y su nombre empieza a teñirse de rótulos que cada vez cobran
mayor consistencia en él. “El niño problema”, “el conflictivo”, “tiene
violencia escolar”, “no podía ser de otra manera, si es el hijo de…” “el nieto
de...”.
Nuestras instituciones educativas dan intervención a equipos
técnicos y estos a su vez a programas asistenciales relacionados con la
protección. El niño cada vez se diferencia más de sus pares. Mientras tanto sus
padres, luego de recobrar su libertad no han logrado insertarse en el sistema
laboral, reciben becas y subsidios de organismos gubernamentales, transcurren
sus días en las esquinas “con los pibes”. La abuela circula diariamente por
instituciones estatales exigiendo órdenes de comida, ropa, zapatillas,
subsidios para ella, sus hijos y sus nietos... Nuestro niño se encuentra
judicializado desde los 6 años, es derivado a los 8 años a una escuela hogar,
sufre mucho la separación de su familia. Este momento de su vida marca los
inicios de lo que se constituirá en una historia de institucionalización. Desde
la escuela hogar es trasladado a un C.A.I.N.A (2) , luego al Pagano (3), pasa
por diferentes comunidades terapéuticas dentro y fuera de la provincia, más
adelante es alojado en la Alcaidía. Su siguiente alojamiento es el Complejo
Penal. Cada una de estas instituciones que recorren su vida y hacen su historia
no son de paso, van produciendo marcas en él, lamentablemente no son marcas
positivas.
Tristemente, la mayoría de nuestras instituciones no son
productoras de dignidad subjetivante en este niño-adolescente...
Algunos medios y vecinos de nuestra comunidad sentencian:
“él es un chorro, no va a cambiar más”, “con ese no se puede hacer nada”, “ya
se hizo todo”, “no se puede hacer más nada”, “si lo matan, un chorro menos”.
Otro niño escribe una carta. Logra escribir y logra escribir
la carta en medio de una relación de sostén que pone en marcha una trabajadora.
En esa carta pide una Familia. Es trasladado luego de romper los vidrios de la
institución. Los trabajadores con los que estaba familiarizado en el sentido
fuerte del término, no pueden despedirse de él. Es trasladado a otra Ciudad sin
aviso. Última escena: los trabajadores de la institución lloran su ausencia.
Donald Winnicott (2004) (4) plantea que una criatura se convierte en niño deprivado
cuando se lo priva de ciertas características esenciales de la vida hogareña.
Aclara que la deprivación no es sinónimo de carencia socioeconómica. Las
necesidades materiales cubiertas no alcanzan. Podríamos decir que hay una gran
diferencia entre una casa y un hogar. Emerge hasta cierto punto lo que podría
llamarse el “complejo de deprivación”.
El niño manifiesta entonces una conducta de transgresión en
el hogar o en un ámbito más amplio. El autor habla de la tendencia antisocial.
Luego avanza afirmando que la tendencia antisocial implica una esperanza. La
falta de esperanza es la característica básica del niño deprivado que, por
supuesto, no se comporta constantemente en forma antisocial, sino que
manifiesta dicha tendencia en sus períodos esperanzados.
Un joven (20 años) dice: “yo ya estoy cansado de los
subsidios, quiero trabajar… pero te prometen cooperativas y un montón de cosas
antes de las elecciones y después no pasa nada”. “cuando vas a buscar trabajo
te preguntan ¿dónde vivís?, decís que sos del barrio y te dicen: te vamos a llamar.
Ese llamado nunca llega...”
Winnicott agrega: “Comprender que el acto antisocial es una
expresión de esperanza constituye un requisito vital para tratar a los niños
con tendencia antisocial manifiesta” (Winnicott, D.; 2004:, p. 147).
Evidenciamos una profunda ruptura del lazo social. Sectores
de nuestra sociedad son denominados “tierra de nadie”. Allí la vida humana ya
no cuenta. Lo que se nombra es la tierra. La indiferencia asoma en el
ultrajante nadie. A pesar de todo, muchos niños y adolescentes logran
efectivizar el lazo dentro de nuestras instituciones, logran hacer familia,
apoyados en la ardua labor de nuestros trabajadores. Un joven salió en libertad
y expresa: “en el barrio está todo mal, así no se puede vivir. Me las voy a
mandar así vuelvo con mi gente, con mi familia”.
Un vecino dice: “esto no era así, en los últimos años se
convirtió en tierra de nadie, los mismos vecinos no entendemos que pasó.
Desconocemos nuestro barrio”. Sufren quienes habitan la “tierra de nadie” y se
reproduce sufrimiento en la operatoria de nuestros trabajadores que transitan
esos sectores, ya que muchos trabajadores encarnan funciones primordiales,
vitales, con deseo, con pasión, con ansias por formarse, supervisar sus
prácticas, superarse, en pos de intentar abrirles sentidos a las vidas de
nuestras infancias y adolescencias (en riesgo). Nuestros trabajadores también
padecen, no sólo por la falta de recursos sino por falta de respaldo,
reconocimiento y sostén de sus prácticas.
Infancia efímera. Se aproximan las fechas festivas de fin de
año y hay niños que al escuchar petardos y otros elementos de pirotecnia se
asustan diciendo: “empezaron de nuevo a los tiros”. “¡¡¡son tiros papá!!!”,
“¡¡otra vez tiros!!”.
Ese universo ¿simbólico? es el que se constituye en
contextos de extremo riesgo. El dolor, las pérdidas permanentes se instalan
produciendo marcas que a los sujetos les cuesta mucho elaborar, expresan: “no
pasa nada”, “está todo bien”, “ya fue”, “nos van bajando de a uno”. Amortiguan
el dolor quedando objeto de consumo de diferentes sustancias tóxicas. En
determinados momentos “ las pastillas” (psicofármacos) y armas abundan marcando
el exceso en lugares arrasados de sostén.
La ausencia de la ley, entendida como ordenador simbólico de
la sociedad, habilita el avance desmedido de diferentes drogas, armas y
modalidades de enfrentamiento. Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en una
de sus letras expresa: “...ahora tiro yo porque me toca” (Vencedores Vencidos).
Un adolescente dice: “nos bajaron uno, así que ahora nos la
tenemos que cobrar, nos llevan uno de ventaja”.
Otro adolescente plantea: “ésta es la ley de la selva”, “yo
no voy a dejar el fierro en casa, porque me pueden bajar. Y no me pienso
regalar”.
La muerte violenta queda naturalizada como un evento
posible, no sólo para quienes se encuentran en extrema situación de riesgo,
sino también para el resto de la comunidad que en ocasiones lo recibe como una
noticia más. Se instalan los comentarios que representan ideologías de los más
oscuros momentos de nuestra sociedad: “algo habrán hecho”. Diferentes espacios
de reflexión e intercambio se constituyen entre trabajadores implicados
éticamente con sus funciones: redes, hormigueros, cangrejales, mesas, equipos,
aunque sin disponer del sostén necesario para incidir con mayor consistencia
sobre las profundas problemáticas que atraviesan nuestras infancias y
adolescencias.
Ante el silencio (¿indiferencia?) de nuestros gobernantes respecto
del momento que atravesamos, este documento intenta llegar a cada ciudadano con
motivo de instalar la reflexión, el diálogo, el intercambio sobre Nuestra comunidad.
¿Qué esperamos de Nuestra Sociedad? ¿Qué esperamos de nosotros mismos? ¿De qué
manera contribuimos a alojar a quienes van quedando en los márgenes? ¿Por qué
la muerte se precipita ante nuestros niños y adolescentes?, ¿Qué otros destinos
posibles podemos escribir para nuestras infancias y adolescencias?.
Entendemos que las infancias y adolescencias son Nuestras.
Hay quienes las tomamos como Nuestra responsabilidad. Hay quienes sentimos que
en cada uno de los niños y adolescentes que mueren, algo de nosotros muere
también.
Nos atraviesa la muerte...la peor forma de la muerte, la
ocasionada por la indiferencia a ojos vista, la muerte canalla. Pero hasta la
canallada ha dado una vuelta extra. Ya no es hacer a los ojos de cualquiera,
sino no hacer ante los ojos de todos. Paradojas en la tierra en la que está en
vigencia una ley para la muerte digna. Paradoja en una provincia pionera en lo
que a sufrimiento mental se refiere.
En memoria de todos y cada uno de nuestros niños y
adolescentes que no sobrevivieron en la “tierra de nadie”.
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(2)
C.A.I.N.A: Centro de Atención Integral para
Niños, Niñas y Adolescentes. Perteneciente al
Ministerio de Desarrollo Social de la
Provincia de Río Negro.
(3)
Hogar Adalberto Pagano: Centro de Alta
Contención para Jóvenes en conflicto con la Ley
Penal. Perteneciente al Ministerio de
Desarrollo Social de la Provincia de Río Negro.
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